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martes, 2 de octubre de 2012

LA LENTITUD DE LA LUZ DE JULIA OTXOA



Luz en agosto de 2012 por Pablo Müller


  La ciencia dice que la luz es veloz, muy veloz si la comparamos con el ruido, pero aún en las velocidades mayores hay un espacio para la lentitud. Julia Otxoa lo explora en La lentitud de la luz, editado por Cálamo Poesía.

  En la lentitud de la luz se detiene en lo aparentemente insignificante para que además del horror, nos preguntemos por dónde está el orden de la importancia, por la medida de las cosas, por el origen “cuando la lluvia se ha ido”:

“Luego me he arrodillado y he estado comiendo tierra
hasta que dentro de ella he oído cantar a mis abuelos.”


“La aceptación de la niebla que somos,”

  Somos más que nosotros mismos, desconocidas sombras del pasado que nos da forma y nos corresponde llevarlas sin develar por respeto y cuidado a los que el tiempo tiene previsto nos sobrevivan:
“ante el dolor todas mis palabras me parecen una ofensa”

  Julia Otxoa construye poderosas imágenes que nos revuelven:
“Atravieso el puente de la Avenida de la Libertad,
levanto los ojos al cielo,
allí está Marina Tsvietaieva ahorcada de una estrella.”

  La dignidad y el dolor. La creación de los dioses. El tiempo como luz que atraviesa la piedra para llegar a la arena, el tiempo como luz para hacer a su paso sombra.
  La velocidad es el cociente entre espacio y tiempo y la osamenta su necesario lugar de transito, para buscar los márgenes para la vida, los bordes, las cunetas…

“alimentar el delirio, vivir el poema en lugar de escribirlo.”

  El desarraigo parece el sitio de Julia Otxoa, que con la humildad ante los insectos muestra la actitud con que encara su escritura, su poesía, al círculo de la Historia necesaria.



Luz en agosto de 2012 por Pablo Müller




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