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viernes, 8 de junio de 2012

TAN LEJOS DE DIOS... POESÍA MEXICANA EN LA FRONTERA NORTE: UNA LECTURA DESDE EL HOSPITAL, OTRA FORMA DE FRONTERA.





Poemas en el Hospital por Pablo Müller. Junio 2012


Los hospitales son una forma de frontera.

“De pronto la Bella durmiente
padece insomnio y por las noches
sale ahuyentar con sus chillidos
los murciélagos que revolotean en los balcones del hospital
atraídos por el olor a animal muerto”
Carmen Ávila. La bella durmiente.

La frontera es una convención impuesta a punta de arma de fuego, una señal que asusta o tranquiliza según apunten los aduaneros.
Entre la enfermedad y la salud hay una palabra que se escapa entre las batas blancas. Y una vez que la palabra sale, el miedo que arrastra construye los hospitales. El miedo y la codicia.

“Anhelábamos poner una boca más pequeña dentro de la nuestra
pronunciar las palabras mágicas”
Armando Alanís Pulido. Todos fuimos talla 29.

Las palabras mágicas en los hospitales son vida y combate, o vida y fiesta. Dudo.

“Me escondo a llorar en el baño
como lo hacía mi madre”
Buba Alarcón. El secreto del baño.

Durante las tardes de los domingos los familiares llenan los pasillos y las habitaciones de palabras vivas, suaves, altas, risotadas, que apagan con su conjuro el murmullo de los motores de las cámaras refrigeradas. Por las noches la fiesta da paso al combate y esas palabras-munición descartuchan el no-silencio: — nunca se callan los hospitales, nunca se callan las fronteras.—

“creo que mi bisabuela
no se ha enterado que está muerta
y no se lo voy a decir”
Claudia Luna Fuentes. No diré nada.

Necesitamos tanto a los muertos, tanto como a los vivos. ¿Quién sino ellos nos cuidan la frontera?

“y se que en algún lugar
una sombra tiembla”
Dante Salgado. Agua del desierto (fragmentos)

Digo vida y una sombra tiembla !!!!

“recostada de espaldas a la tierra es la herida también lo que te busca
Dolores Dorante. Condúcenos.

Desde la ventana de la habitación del Hospital veo a los jardineros ahuecar la tierra entre las flores, el murmullo de los motores de las noches son acaso el baile de sus raíces con los ratones?

“de la infancia sólo guardo el miedo
a que un extraño aprovechando la oscuridad
entre a casa
de ahí mi amor por los relámpagos”
Edgar Rincón Luna. Ciudad Juárez Unplugged

En los hospitales a los niños les explican que el miedo es adulto y que sólo si son poetas recordarán el de la infancia…, me dice un amigo por teléfono desprovisto de visa para llegarme: él mismo se hace frontera de si mismo.

“Cada verso es una cruz
cada letra una historia mutilada
cada punto una muerte femenina”
Federico Corral Vallejo. Danza con la sangre. Expediente 140206

A la entrada del quirófano salieron las mujeres a recibirme, “mujer y muerte se escriben con M”. Saben que el bisturí que me corta, cortó antes a mi madre y a las suyas.

“Donde el tiempo era una jauría de perros bravos”
Gabriel Trujillo Muñoz. La tienda del chino.

En los hospitales como en las fronteras el tiempo es un animal salvaje. En la frontera de la efímera república de Herzeg Bosna compraron sellos de timbre y solicitaron documentos tan falsos como su bondad de bandoleros.

“Me mandó una muñequita de plástico
cuando tenía cinco años”
Gabriela Erandi Rico. Los días que conocí a mi padre.

Las fronteras son los lugares de los padres. Mi padre pasó seis meses en un sanatorio cuando niño, después de la guerra. Era difícil respirar en aquellos tiempos. Me dice mientras se acerca con cuidado para no ser oído.

“un dios para encender los hornos del verano
uno para contar las vueltas a la Luna
uno para la lentitud y sus insectos”
Javier Acosta. Hay un dios para Dios.

Mi padre trabajó muchos años en los hornos y en los molinos. Dijo que los construía. Yo se que los cuidaba. Me gano la vida eliminando insectos. También los cuido. Mi hijo se duerme con la ventana abierta para cuidar a la Luna.

“Ahora me pregunto al escribir sobre el abuelo
En donde quedaron sus largos cuchillos afilados
Los nombres de la harina
En donde la palabra-carne”
José Ángel Leyva. Mi abuelo.


La incubadora del abuelo, por Pablo Müller


Mi abuelo tenía una incubadora de pollos de un reluciente rojo pintada y los visitaba con la corbata bien puesta y un perro saludándolo. Mi otro abuelo tenía una esquina para los hierros torcidos. Cruzó la frontera un día para depositar su arma.

“Me avergüenza la patria cuando mira
a los hijos coserse los labios de impotencia”
José Ángel Leyva. La otra patria (ensayo para un panfleto)

Frontera y patria se juntan aunque no se reconozcan. Frontera es el borde masculino, patria el necesario cobijo femenino que contiene. Las fronteras empequeñecen a las patrias. La patria es el medio hermano de Juan José Amador con el que caminas por la playa y tomas cerveza, las fronteras son los puñales que lo matan.

“(De donde infiero que los poetas
son tan ingenuos como los guerrilleros;
creen que su nombre resonará
a través del lugar donde se esconden.)”
Julián Herbert. Apaches.

A mi tio abuelo Julián le amputó un brazo la mina de hierro. Su padre Vitor era grande y fuerte y el brazo que no pudo salvarle lo enterró en la huerta donde las culebras guardaban las patatas.

“Los relojes de los habitantes
marcán los minutos olvidados de sus ciudades.”
Laura Jáuregui Murueta. En esta ciudad de migrantes

No sirven los relojes en los hospitales, te los retiran para darte pulseras de plástico con tu nombre. En algunas fronteras obligan a mover las manecillas para que sean distintos al atravesarlas.

“hoy
aquí
encuentro algo más antiguo y memorioso en mi sangre”
Marco Antonio Huerta. Tének.

En este hospital frontera murió mi hermano, nació mi hijo.

“En la pared del traspatio,
dentro de la argamasa que une los tabiques,
mi madre enterró una parte de sus hijos al nacer
— líneas de sangre que lo alimentaron
antes de llegar al mundo,
cuerdas que atan más allá
de la fuerza de los nudos —,”
Luis Jorge Boone. Ataduras.

Guardo a mi hermano en la raíz de un roble grande, en la frontera de una huerta y un camino, para protegerlo del sol y de la lluvía, tal como ordenaba su última página leída. Mi hijo me ayuda a recoger la palabra agua y a dejarla en los cuadernos.

“mi abuelo tiene un jardín con nueces y mandarinas y tortugas
también tiene a mi abuela”

Mi abuelo rodeó el jardín de muros y plantó árboles altos. Con piedra y madera construyó su frontera. A las tardes mi abuela recogía ramas para hacer el fuego.


La tarea de la abuela. Archivo de Pablo Müller hacia 1967


“sí papá
las mujeres seguirán buscando
un candado que se abra de noche
una mano suave que no haya tocado un arma”
Mercedes Luna Fuentes. La mejor forma de usar un rifle.

Mi madre se sienta junto a la ventana del hospital y acerca sus manos al embozo de la cama: entre sus dedos corren los recuerdos de las ramas y el fuego que alivia con su calor sus cansados huesos.

“lloré de pena en las esquinas de la noche más abandonada
cuando las cucarachas se preparaban para el próximo concilio;
reuní en las noches de mi soledad a todos mis muertos, familiares
y amigos, que se fueron demasiado pronto de este mundo tan suyo;”
Roberto Castillo. Declaración ministerial.

El pasaporte que enseñas en las fronteras dice de dónde vienes, no a dónde te encaminas. No sirve para pasar la frontera, sirve para devolverte a tu lugar. No franquea: marca. En los hospitales las palabras que marcan el miedo son breves salvoconductos para pasar por el borde de los quirófanos.


Escaleras del Hospital por Pablo Müller, junio de 2012



Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte. Coordinada por Uberto Stabile, editada por Baile del Sol, reúne a 64 poetas con poemas llenos de fuerza y vida, desafiantes a la crueldad del territorio que marca la frontera. Los he leído entre mayo y junio de 2012, algunos en la habitación 454 del Hospital de Cruces, los días 2, 3 y 4 de junio, tomando conciencia de las otras fronteras que nos crecen dentro.



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