Páginas

domingo, 28 de agosto de 2011

CONVERSACIÓN CON EMILY DICKINSON: SENTÍ UN FUNERAL EN MI CEREBRO


Iglesia de Pollos, Valladolid, en agosto de 2011 por Pablo Müller

                                                            280
                                                            Sentí un funeral en mi cerebro,
                                                            los deudos iban y venían
                                                            arrastrándose arrastrándose
                                                            Emily Dickinson

De niño, a la idea de la vida eterna seguía la idea de los siglos de los siglos, y acostado a la espera del sueño, recorría esos siglos cansinos en el pensamiento de un hilo eterno y angustioso. No termina, no acaba, como la labor de un esclavo sin descanso sentía que el pasar del tiempo hasta la eternidad era una tarea titánica para un niño, y en vez de gozo — así lo anunciaban —, lo sentía castigo.
La otra tarde en la humilde iglesia de piedra basta, sillarejos, entendí como un fogonazo, que esa vida eterna no era tarea de una sola persona, — sentí alivio — y que su anuncio era la obviedad de la existencia, que no hay vida sin muerte, y que la resurrección es el recuerdo, que el recuerdo solo se renueva con el olvido.
No hay castigo porque tampoco hay gozo: como una suerte de alegría en un día triste.

Iglesia de Pollos, en Valladolid, en julio de 2011 por Pablo Müller

Iglesia de Pollos en Valladolid, el 12 de agosto de 2011 por Pablo Müller


domingo, 21 de agosto de 2011

UN ANTICUADO CORAZÓN

973
un anticuado corazón —
Emily Dickinson

A Conchi


Lisboa por Pablo Müller


Aspiro a la bondad con el prójimo
en el sentido menos religioso
y más solidario, atento trabajo            
que así me guíe y con respeto proceda

sea por ello anticuado mi corazón
pero no ingenuo, desconfiado a veces
mas pronto distingo que sin provecho
que ofrecer el bien a hacer es hueco

es tal vez por lo que a las noches torpe
dono mi piel al hambre de los mosquitos
para si saciados dejen la casa

o en vela repaso tu respiración
dormida y anhelo entrar en tu sueño
para desbrozarte la soledad

                                              y nuestro miedo.


miércoles, 17 de agosto de 2011

EL CASO MORO DE LEONARDO SCIASCIA O LA DESAPARICIÓN DE LAS LUCIÉRNAGAS

Fuente de Otiñano en julio de 2011 por Pablo Müller

El caso Moro de Leonardo Sciascia publicado en Tusquets Editores es un libro de no ficción que se lee como una novela.

Aldo Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas en marzo de 1978 en una acción donde asesinaron a sus cinco escoltas. Se le sometió a un juicio donde fue condenado a muerte por sus captores. La sentencia se ejecutó en mayo de ese año. Durante este tiempo se estableció un debate, a partir de las cartas escritas por Moro en su prisión, los comunicados de los partidos, los manifiestos de los hombres el poder, los artículos de los periodistas, sobre la función del Estado como garante de la vida de sus miembros, sobre la idea del Estado como responsable del cumplimiento de las leyes.

¿Es posible que estéis todos de acuerdo en desear mi muerte por una presunta razón de Estado que alguien os sugiere alevosamente,…? Recordad, …, que la constitución republicana, …, suprimió la pena de muerte. Pero queridos amigos, no hacer nada por impedirlo, seguir obrando con insensibilidad y respeto ciego de la razón de Estado, significaría ni mas ni menos volver a introducir la pena de muerte en nuestro ordenamiento. Y yo, …, condenado a muerte. De vosotros depende que la condena se ejecute. A vosotros os pido la gracia del indulto… Fragmentos de la carta de Aldo Moro a Zaccagnini como responsable de Democracia Cristiana.

Quizá aquel joven terrorista siga pensando que se puede vivir de odio y contra la piedad; pero aquel día, en el cumplimiento del deber, la piedad penetró en él como la traición en una fortaleza. Y espero que la arrase.

Dice Leonardo Sciascia a propósito de la conversación del terrorista de las Brigadas Rojas con Franco Tritto la mañana del 9 de mayo cuando le comunica donde puede hallar el cadáver de Aldo Moro cumpliendo su última voluntad.

La última voluntad de Aldo Moro fue que se le comunicara en primer lugar a su familia el lugar donde dejaran su cadáver tras ejecutarle la pena de muerte.





Leonardo Sciascia analiza los textos de Moro, los relaciona con los escritos de Pasolini y Borges, y desde ellos, en una labor periodística y literaria, construye un texto lleno de preguntas sin respuestas, actual que hace reflexionar sobre el Estado, su función y responsabilidad y sus abusos.

Azul y suburbano en Berango en julio de 2011 por Pablo Müller

domingo, 14 de agosto de 2011

CONVERSACIÓN JUNTO AL PÓRTICO DE LA COLEGIATA DE SANTA MARIA LA MAYOR EN TORO UNA TARDE DE AGOSTO



Santa Maria la Mayor de Toro en agosto de 2011 por Pablo Müller


                            Celebraré a los hombres que trabajan, sueñan y se desesperan, y
                        caminan torpemente hacia una muerte anónima y hacia
                        el domingo,
Himno de la imaginaria ventana abierta. Lêdo Ivo



La iglesia se alza temible y pretende alcanzar el cielo
desatendiendo al mismo cielo que le acompaña
en cada piedra, en cada instante.

El cielo se acerca cuando desnudo nada se interpone
entre nuestros cuerpos y el aire que nos comunica y nos manifiesta
si acaso el sudor del trabajo, si acaso el pesar del cansancio

por ello cuando la puerta no responde a su propósito:
dejar entrar y recoger, dejar salir y compartir

la puerta será contemplación, será espíritu, será meditación, será estima, será creencia, la puerta será una moneda depositada y franquearla, tradición, moneda, hermoso, moneda y antiguo metal.

En la iglesia pesan tanto las piedras del suelo que impiden levarse hacia el cielo falso y en el silencio impostado que permanece tras el esfuerzo, suenan murmullos, lamentos, secretos, saludos, suenan adioses, insultos, confesiones, quejas, canciones, metales suenan y la pregunta de un niño sobre el lugar de la muerte.

Aquí nos rodea el mismo cielo desde hace setecientos años y pasarán
otros setecientos más encelando nuestras vidas y las otras.

Puede que hagamos de este lugar memoria
puede que tengan esperanza en la vida eterna del alma desdoblada
puede que reencarnemos vida o fe o alma en la memoria olvidada de otro
puede que leas estos versos pasados los años de mi muerte
y en el recorrer por las calles de Toro hayas reconocido
un mismo río y una misma alameda.

Las arquitecturas no son la importancia, antes muchas otras han sido derribadas o abandonadas a la ruina, ni las puertas antiguas a cuyo paso hay que depositar monedas

es la herencia que nos corresponde de nuestros antepasados que acarrearon las piedras, pintaron imágenes, pagaron diezmo o decidieron levantar iglesias altas tan altas para acercarse a un cielo que estaba en otro lugar

rastrea la huella del trabajo en la piedra hecha sillar, pues el tosco andamio puesto para alcanzar la bóveda — hoy desaparecido — era imprescindible para construirla y le debemos memoria


A que lugar van a parar las oraciones que no son escuchadas por ningún dios
La tumba de Keats, Juan Carlos Mestre


miércoles, 10 de agosto de 2011

LOS QUE HEMOS AMADO DE WILLY URIBE

Playa de Azkorri, enero de 2011 por Pablo Müller


Hemos amado significa que comprendemos. Porque hemos amado y hemos sufrido sabemos cómo son las cosas. Quien no ama, o quien tan sólo sabe dejarse amar, no habrá aprendido nada y su vida habrá sido en vano.
Página 73


Los que hemos amado de Willy Uribe editada por Los Libros del Lince, es una novela de carretera, de mar, de viento y de olas. Su lectura produce en ocasiones el mismo vaivén que las olas. No he hecho surf, pero desde niño me he bañando en las playas de Getxo: la domestica de Las Arenas antes de que lo prohibieran, la de Ereaga y mi favorita, la de Azkorri, y las olas con su doble fuerza: la del agua que rompe en la orilla y la del agua que arrastra de nuevo hacia el mar, se parecen a la escritura de Willy Uribe: una frase para pegar, otra para arrastrar.
La voz de Sergio Santos, protagonista, cuenta el relato de la huida en compañía de su amigo Eder buscando olas a las Landas primero y a Marruecos después. Esa voz no tiene compasión con él mismo y se relata con una suerte de distancia y frialdad. Pero el viaje es el de la propia vida y termina como ésta con la muerte.
Una novela potente que bordea el género negro dándole la mucha luz de las playas a la oscuridad de las tripas de la codicia y la crueldad, pero también del amor y de la soledad.
Gracias Willy Uribe.

Los libros del Lince
Colección: Literaturas
ISBN: 978-84-15070-08-5
Precio con IVA: 19,00 €
Páginas: 228

viernes, 5 de agosto de 2011

EL NIÑO QUE DUERME EN LA HABITACIÓN AL LADO


Ventana en Urueña en agosto de 2011 por Pablo Müller
               lo que el ciego ve cuando camina
              lo que los niños aseguran ver cuando duermen
La ventana sin pestillo. Lêdo Ivo


El niño que duerme en la habitación al lado
dice que ve lechugas de ámbar
con las hojas del sonido del tambor
zarzas violetas con moras tan verdes
tan altas como cometas al volar

y lechuzas blancas
paradas en el alfeizar que cuentan
los sueños de los niños
como los tenderos los garbanzos
al pesar.

El niño que duerme en la habitación al lado
dice que ve murmullos sosegados
cielos marfileños, lagos helados y nocturnos

y sobre todo murciélagos,
muchos murciélagos
negros como el chocolate
dentro de un armario
parados en el alfeizar de la ventana

haciendo la necesaria sombra a las lechuzas
para que sean blancas.


Ventana tarde de agosto en Pollos, tierras del Duero por Pablo Müller

Ventana tarde de abril lloviendo, Pollos, tierras del Duero por Pablo Müller


miércoles, 3 de agosto de 2011

MILENIO CARVALHO DE MANUEL VAZQUEZ MONTALBÁN


Misiones de San Ignacio en Argentina en julio de 2005 por Pablo Müller

736
Habrá alguien como yo misma
investigando marzo,
Emily Dickinson

MILENIO
A Manuel Vázquez Montalbán

La última novela de Pepe Carvalho viaja en el disco duro
del portátil que Manuel Vázquez Montalbán lleva encima
cuando se le rompe el corazón, en el aeropuerto de Bangkok.

En el momento en que el dueño del portátil muere,
la última novela abandona ese provisional estado
— antes fueron muchas la última novela de Pepe Carvalho —
y se convierte en la definitiva última novela,
los personajes sufren un escalofrío al saberlo,
y el editor manda imprimir un faldón explicativo
que añadir a su edición.



En ese momento al leer el viaje alrededor del mundo del fin del mundo
de Pepe Carvalho y Biscuter,
se que al final el mundo se acaba,
— roto el corazón de Manuel Vázquez Montalbán
en su viaje de vuelta a casa —

“Yo hago el viaje para crecer, jefe, y usted para despedirse”
le dice Biscuter a Carvalho en mi presencia,
pero la despedida es arbitraria porque a veces
no te despides: te despiden.

El eco del último latido da la vuelta al mundo,
¿cuántos infartos coinciden en un instante?
y mientras Biscuter crece y se hace mayor,
Carvalho se hace viejo,
— es duro comprobar que se hace viejo —
deja que las mujeres le seduzcan, abandonado
en los servicios de un tren que recorre
el Asia central ex soviética,
hace de relaciones públicas en un crucero holandés
por un sueldo para banqueros golpistas,
y se abandona a la tristeza del que sabe cerca el fin,
o se abandona a la tristeza necesaria
para llegar al fin de siempre.

Biscuter se hace nuestro amigo,
intercede ante el capricho del tiempo para salvar a Pepe,
el “fetillo” adoptado por los restos
de la solidaridad carcelera
se hace héroe,
— y de esa forma asistimos al final de los héroes —
mientras rescata una y otra vez de la melancolía a Pepe.

En Roma hay una secta de gastrósofos que defienden
el consumo de la manteca de cerdo
il lardo di Colonnata,
— extinguiéndose ante cerdos industriales y competitivos —

En Pompeya nos cuesta descubrir la inutilidad de las ruinas,
con el sonido de una maleta rodante Louis Vuitton
y la tarea de quemar a destiempo
un ejemplar de Bouvard y Péchutet en la chimenea.
Alcanzar Alejandría,
una obra maestra pintada con toques de rocio,
desde la cubierta de un barco
que llega.

Tejados de El Cairo en mayo de 2008 por Pablo Müller

En la frontera entre Egipto e Israel
los aduaneros israelitas nos tratan como europeos,
rubias argentinas criadas en un kibbutz,
repasan la costura de la entrepierna.

Los viejos se envejecen y los jóvenes se hacen más fuertes,
Y el calor griego de los hoteles baratos,
nos recuerda que no deberías haber vuelto a Patmos.

Acaso se trata de un velatorio por la memoria,
siempre abofeteada por el deseo.

En Estambul las balas arrinconan la tristeza del perseguidor,
y las jóvenes violinistas rusas prefieren ser putas
a esposas virtuosas de funcionarios de estado.

— Está usted en Baku, capitán de Azerbaijan, una ciudad
llena de estatuas de poetas azeries —, en la resaca
del despertar en un barco que navega en un mar Caspio
sin arrecifes, caviar y vodka, para un triste
desembarco en el puerto de Krasnovodsk.

Smarkanda,
el puente de la Amistad ha sido derruido durante una guerra,
Kabul,
una corista francesa canta para las tropas francesas de liberación,
mezclado el te con leche y miel.

Viajar en un autocar lleno de mudos — o de muertos —
a Pakistan.
La India, — el Ganges —, aguas imantadas que borraran
la memoria
de una caótica Calcuta contaminada.

Bangkok,
Charoen el viejo policía pregunta por el concepto
seriedad referido a un país,
desde la silla de ruedas a la que le llevó una bala en la espalda:
siempre son islas los lugares que llegan a categoría de mito.

Un exetarra navega por el pacífico, recorre ese simbólico cuadrilátero que va de Sydney a Valparaíso, costea América hacia el norte, vuelve por la Polinesia, continúa a Filipinas, y desde ahí retorna al puerto de Sydney,
una y otra vez:
una y otra vez,
como el paseo obsesivo por el perímetro del patio
de la cárcel,
— será tal vez el viaje preludio de los círculos nerviosos
del animal enjaulado —

Hay que cabalgar para sentir el histórico viaje
de Pablo Neruda atravesando los Andes
huyendo a Argentina desde Chile.

Y si la novela se queda sin personajes,
Carvalho recorre con Osvaldo Bayer,
su Patagonia rebelde:
¡A la memoria de aquellos desgraciados
presos del penal de Ushuaia!
que hoy se han convertido en reclamo turístico.

Buenos Aires, misteriosa sombra de un quinteto de tango,
Iguazú, la fiesta del agua mansa del trópico rompiéndose
con la tierra, que se abre milenaria.

Sao Paulo y Frei Betto, el dominico, la ciudad
donde las favelas se esconden a la sombra
de los altos edificios, villasmiserias del sur del sur,
y los frailes hablan de la obligatoria necesidad de emanciparse
para huir de la esclavitud de la caridad.

La palabra premonitoria, el lúcido pensamiento del viajero
que huye para morir, y pasa
de largo por Porto Alegre
— el fin del milenio no guarda alegría —
para volar a Dakar,
navegar por el Níger hasta Tombuctú,
Tombuctú,
Tombuctú:
los moriscos nos hacemos extranjeros ante las mezquitas de abobe.

Tánger, el aliento seco y hambriento del sur,
y Carvalho, en la única e incomoda compañía de los lectores,
entra en España en una patera.

Carcassone,
la ciudad en el alto de los cátaros,
Biscuter deserta del mundo, y éste se hace más desolado para Pepe.

En la lucidez del dolor Pepe Carvalho
descubre que el asesino de esta historia es él,
y las reglas de su trabajo dicen que no debe juzgar al asesino:
debe entregar su descubrimiento al que pone el dinero,
paga al que lee con su entrega.

En la jornada doscientos de su viaje vuelve a Barcelona,
el retorno de su peregrinación laica en un mundo
más hipócritamente religioso
— Manuel rompe el corazón en la escala de su viaje de vuelta —
al encierro,
pero el mundo que ha visto no le gusta,
— nunca le ha gustado el mundo a Pepe —
sin embargo durante un tiempo pensó
que si lo contaba, éste avergonzado, tal vez cambiara.

Ya no, Pepe sabe,
— como tal vez supo Manuel Vázquez Montalbán al final —
que este mundo ha perdido desbocado la vergüenza
y a cada momento se hace más inhóspito, más jodido, más sucio:
“que le aproveche” dice Pepe al policía que le lleva a la cárcel,
la última frase de la última novela de Pepe Carvalho.

Ahí caigo en la cuenta que también en mis manos
es la última novela de Pepe Carvalho.

Las páginas suenan a Quintero, León y Quiroga,
hay un eco de aliento frío que se apaga,
las minucias de lo cotidiano,
la certeza de que sólo queda la relectura,
recuerdo,
rebañar los sutiles detalles de las novelas de Manuel y Pepe.

El movimiento se demuestra huyendo, pero
esto no es moverse es ser movido.


Barcelona en marzo de 2010 por Pablo Müller