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domingo, 9 de enero de 2011

PEQUEÑO POEMA DE LA TORTILLA DE PATATAS





Se buscan en casa 929 gramos de patatas, se colocan sobre la encimera y se toma asiento frente a ellas. Se inicia un diálogo: últimamente son necesarias algunas nociones de francés. Sirve para romper el hielo preguntarles si se conocían de antes, de dónde vienen, en que tierra crecieron. Cuando las patatas hablan se relajan y se dejan pelar mejor.



Las patatas peladas, que pesan 716 gramos, se encuentran desnudas por lo que hay que cuidar la temperatura de la estancia y poner 661 gramos de aceite a calentar en seguida. Es conveniente permitir a las mondas despedirse. Incluso aconsejo marcharse de la cocina para proporcionarles intimidad.



Las patatas hay que cortarlas en rodajas, ni muy finas ni muy gruesas, introduciendo el cuchillo en su cuerpo en un tajo que se interrumpe bruscamente, rompiendo la patata. En ese instante se oye un desgarro. Ahí sueltan su herencia y su recuerdo yendo ligeras a la fritura. Para mitigar el dolor se les ofrece la compañía de la sal.



En el momento en que las patatas rotas se zambullen en el aceite adquieren el paisanaje de éste. Por ello es recomendable que en la despensa estén juntos y si hablan idiomas distintos ofrecerles un curso básico. Mientras dura la fritura, 340 de los 716 gramos que comenzaron se van en forma de vapor, y 115 de los 661 gramos del aceite se quedan con las patatas por lo que nadie fríe a nadie, algunos aprovechan para quedarse.



Se buscan cuatro huevos de cualquier color que una vez rotos y batidos pesen 256 gramos. Ni un gramo más ni un gramo menos. Los huevos son lacónicos por lo que es parca su conversación y cuando la hay irrelevante, pero en ocasiones cantan y algunos son capaces de preparar una juerga si los dejas a solas. Yo suelo salir al pasillo y quedarme quieto un rato sin que me vean. Merece la pena: algunos tienen voces prodigiosas.



El punto de fritura es un aspecto fundamental en la tortilla. Algunos gustan la patata muy frita, otros menos, incluso al dente. Yo dejo que ellas y el aceite decidan cuando quieren salir. Para darles la oportunidad de expresarse meto con frecuencia la espumadera y si se montan en ella, las saco.
Fuera fritas, las deposito en una escurridera por si alguna gota de aceite no ha forjado un vínculo lo suficientemente poderoso con la patata y decide irse.
Pasado un tiempo razonable, que dependiendo del grado de indecisión pueden ser dos o tres días, invito a las patatas fritas a bañase en el huevo batido lo que siempre es una fiesta bullanguera.



El tiempo que patatas y huevo crudo se festejan es también variable y debe quedar a decisión de los niños de la casa. Pregúnteles si tienen hambre y si la respuesta es afirmativa, abrevien el baño. Eso sí, la masa que forman debe pesar 622 gramos.
Las patatas conocen el camino de la sartén y ejercen de guías al huevo crudo, aconsejándoles la mejor posición para adquirir el dorado hermoso de las tortillas de la cena. De la vuelta a la misma con un plato: no merece la pena hacerla volar para tal menester, pues tienen mala caída.
Cuando la tortilla está hecha debe pesar 611 gramos y ya no es patata, ni aceite, ni huevos, ni sal.



Los ayudantes.



Tras el duro trabajo se merecen un buen fregado. Ninguna tortilla está bien hecha hasta que no se friegan la sartenes.


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